La carretera es un goteo humano. El sol pega duro y no hay una sombra. Dicen que es uno de los lugares más tórridos del planeta. Cada cierto tiempo vemos a pequeños grupos de jóvenes en dirección a Obock, un pequeño pueblo de pescadores a unos pocos kilómetros al sur del estrecho de Bab al Mandab donde acaba el Mar Rojo. No caminan, arrastran los pies.
Dos jóvenes están sentados en el asfalto. Paramos -nos han hecho señales mostrándonos una botella de agua vacía- apenas les queda agua. Se la llenamos. Llevan dos meses caminando. Hace una semana que pasaron la frontera y entraron a Djibouti. Vienen desde Jimma, una ciudad al oeste de Etiopía.
Quieren pasar a Yemen pero su objetivo es Arabia Saudí. No les importa que los saudíes hayan deportado a casi 100 mil etíopes el año pasado. Las autoridades estaban alarmadas porque había al menos 400 mil etíopes indocumentados viviendo en Arabia Saudí, la mayoría trabajando como criados sin sueldo o poco sueldo. Dicen que con ellos va a ser diferente. Conocen a alguien que les va ayudar.
El norte de Obock se ha convertido en una última frontera en manos de contrabandistas. Entre Obock y Ras Siyan, el punto más estrecho de Bab al Mandab, solo esta permitido viajar con escolta militar, pero ellos dicen que saben como llegar a Yemen.
En la ciudad de Djibouti un empleado de la oficina de la Organización Internacional de la Migración (OIM) en Aden nos dice que etíopes siguen llegando a Yemen en mayor número que cuando empezó la guerra. La OIM puso la cifra en 117 mil etíopes y somalíes los que cruzaron a Yemen en 2016. En 2017 fue mayor su número. Parece increíble que tantos jóvenes etíopes estén dispuestos a meterse en la boca del lobo. La situación en Yemen esta lejos de mejorar. Los bombardeos saudíes continúan y los huzíes no dan síntomas de agotamiento. En el sur las cosas van a peor. Hay más banderas independentistas que las del gobierno de Hadi, el gobierno reconocido por la coalición que ataca a Yemen. “En Aden cada semana hay un ataque de al Qaeda”, dice el empleado de la OIM.
Es difícil entender porque estos jóvenes toman estos riesgos. No es solo la guerra. 54 jóvenes etíopes y somalíes se ahogaron en agosto del año pasado frente a las costas de Yemen cuando fueron obligados a saltar al mar por contrabandistas y 30 la semana pasada cuando el bote sobrecargado en el que regresaban volcó en frente de Al Buraiqa en la costa de Aden. Pero las cosas no están bien en Etiopía. El país es uno de los que más esta creciendo no solo en Africa sino a nivel global, en 2017 el PIB creció un 9%, pero hay un descontento con la situación.
El año pasado a causa de la sequía 7.8 millones de personas tuvieron que ser alimentados con ayuda humanitaria. Todavía hay decenas de miles de somalíes etíopes en campos de desplazados alimentados por organizaciones humanitarias. Los precios se han disparado -ha habido serios incidentes por falta de azúcar- y los empleos no son suficientes a pesar de que el gobierno esta impulsando la construcción y ha llegado a un acuerdo con China para lanzar el sector de la confección.
Jimma la ciudad de donde salieron estos jóvenes es una ciudad de la Región de Oromia. Los oromos es el grupo étnico más numeroso (35-40% de los 106 millones de etíopes) pero se sienten olvidados por el gobierno que ven en manos de los tigriños, una etnia del norte que representa solo el 6% de la población. Ven al gobierno como un instrumento corrupto de ellos. La región, alrededor de la capital, vive una rebelión de baja intensidad con movilizaciones permanentes. Es un levantamiento de jóvenes. Puede haber habido más de 300 muertos a manos de fuerzas represivas desde que comenzó hace ya más de dos años. Mosa Taha Momi una oromo de 18 años, una de las sobrevivientes de la tragedia de agosto donde se ahogaron 54 jóvenes, dijo a trabajadores de la OIM que se fue de Etiopía porque no sabía nada de su marido, un estudiante de la Universidad, desde hacía cinco meses.
Las deportaciones saudíes quieren desalentar a potenciales migrantes pero la política agresiva y militarista de los halcones que se han hecho cargo de Ryad empuja en dirección contraria. Entre los detenidos por el Príncipe Mohammed bin Salman el pasado noviembre estaba el Sheik Mohammed Hussein al-Amoudi, un ciudadano saudí nacido en Etiopía quien hizo fortuna en Arabia Saudi en la construcción ligada a la industria petrolera. El lugar de su nacimiento y su excelente relación con el gobierno etíope lo han convertido en el empresario número uno de Etiopía con inversiones en petróleo, minas de oro, cemento y agricultura. Su detención ha creado incertidumbre. Arabia Saudi tiene importantes inversiones en el país entre ellas grandes plantaciones agrícolas en la región de Gambella.
Los saudíes tienen bases militares en Eritrea -Eritrea y Etiopía siguen con sus fronteras cerradas- y esta construyendo una en Djibouti, donde hay bases de nueve países entre ellos Estados Unidos, Francia, Alemania Japón o China. Qatar tiene presencia militar en Sudan y los Turcos en Somalia. El conflicto en Oriente Medio lentamente se va extendiendo al Cuerno de Africa donde ya hay tres de las cuatro crisis humanitarias más importantes actuales: Yemen, Somalia y Sudan del Sur. El control del Mar Rojo esta en juego.
La chispa puede ser el conflicto en curso entre Egipto y Etiopía por el uso del agua del Río Nilo. Etiopía puede cerrar pronto la presa que esta construyendo en el Nilo azul junto a la frontera sudanesa. Un paso al que se oponen los egipcios, aliado de los saudíes y enemigos de turcos y qataríes. Egipto ha amenazado com bombardearla.
Los dos jóvenes que nos pidieron agua en la carretera camino a Obock sabían de la guerra en curso entre saudíes y yemeníes. Pero estaban dispuestos a correr riesgos antes que quedarse en Etiopía. Aunque suene paradójico el conflicto estaba facilitando su salida. La guerra ha debilitado el control del estrecho facilitando los movimientos de los contrabandistas. Parece que la guerra siempre facilita los negocios de la mala gente.