Texto Mark Aguirre Fotos Nayeli Lasheras Maas

Esta entrega forma parte de una serie de cuatro que seguirán siendo publicadas en los próximos días.
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Rumbo a Calafate
Decidimos ir a Calafate en autobus. Son 22 horas de viaje pero el trayecto parecía muy sugerente y los asientos eran comodos. No nos equivocamos. Tuvimos que atravesar la Cordillera Darwin antes de entrar en una llanura de hierbas bajas y matorrales. Estaba medio dormido, habíamos salido en plena noche, cuando al poco de pasar la bahía de San Sebastian paramos en la frontera chilena. Cosas de los tratados diplomáticos no era posible llegar a Rio Gallegos donde teníamos que cambiar de autobús sin entrar y salir de Chile. En la aduana la policía chilena se quedó con dos manzanas que llevaba como desayuno, “para proteger la flora de Chile” me dijeron. Me desperté completamente cuando escuché a un viajero que estabamos cerca del Estrecho de Magallanes el canal que separa la Isla de Fuegos del continente.

Magallanes fue el primer europeo que en su viaje alrededor del mundo navegó en 1520 el canal que lleva su nombre desde el Oceáno Atlántico al Oceáno Pacífico. Antonio Pigafetta, el cronista del viaje, reportó que al norte del estrecho se habían encontrado con indígenas tehuelches (patagones). Los vieron como “gigantes” en vez de verse ellos mismos como enanos. Estos indígenas tendrían nuestra estatura. Cuando los europeos atravesaron por primera vez el estrecho avistaron numerosas hogueras en la costa sur decidiendo llamar a la isla «Tierra del Fuego”. Esa parte norte de la Isla era territorio de los selk´ nam, aúnque navegaban como los yámana habían ido estableciéndose en el interior convirtiéndose en nomadas cazadores-recolectores. Tenían fama de ser muy precisos con sus arcos de lenga y tendones de guanaco usados como cuerda. Cazaban el cururo un pequeñp roedor y el guanaco una especie cercana a la llama y la vicuña. Vivían dispersos en familias. Ellas mismas fabricaban sus propias herramientas e instrumentos de caza. Usaban piedra, madera, hueso y conchas. Los exterminaron los estancieros para quedarse con su territorio y criar ovejas.

El estrecho de Magallanes lo cruzamos en un transbordador. Hicimos algo más de media hora. El viento se había calmado y hacía sol. Era verano. Magallanes tuvo que esperar a causa de las tempestades durante varios meses hasta acabar el invierno para poder pasarlo. Es probable que por ser más ventajoso ir de un oceáno a otro con caravanas de burros en Panama que con barco en la Patagonia sobrevivieran los pueblos originarios hasta los inicios del siglo XX. Unos delfines orca nos acompañaron el último tramo del trayecto. Los pasajeros nos hacíamos contentos fotografías. En la orilla continental, todavía en Chile, había una pequeña cola de camiones esperando ir a la Isla. Poco después pasamos la frontera y regresamos a Argentina.

La llanura de hierbas y matorrales que habíamos encontrado nada más pasar la Cordillera Darwin no nos abandonaba a pesar de que habíamos recorrido cientos de kilómetros. Veíamos un territorio vallado, con rebaños de ovejas y de tanto en tanto guanacos solos o en grupo. La tierra no cultivada y sin árboles. Estancias como islas distantes en una estepa eran visibles a ámbos lados de la carretera. Las casas estaban protegidas del viento por una tupida línea de álamos que se balanceaban en sus altura. Era la tierra de los gauchos. Se movían en caballos protegiéndose con sus capas y sombreros como boinas cuidando los rebaños o transportando sus mercancías. En las orillas de la carretera había pequeñas capillas de colores en veneración del Gauchito Gil su santo protector de Corrientes recordando las víctimas de accidentes.

Llegamos a Rio Gallegos pasadas las tres de la tarde. El autobus a Calafate salia a las 7. Decidimos emplear las horas que teníamos para visitar la ciudad. Para ir al centro desde la estación de autobuses tomamos un aútobus urbano. En la periferia de la ciudad se veía las condiciones precarias en que vivían sus pobladores. También había una universidad técnica. Una mujer estaba preocupada porque la semana siguiente tendría que volver a pagar el billete de autobus. Era gratis por la pandemia del covid. El viento era desagradable incluso antes de llegar a la bahía que forma el río Gallegos en su desembocadura. Uno de los pocos paseantes que se habían atrevido a acercarse gritaba “Viva Peón” . Había visto antes una estatua de Eva Peron la segunda mujer del populista líder argentino Resultaba que Rio Gallegos era uno de los núcleos peronistas nacionales actuales más importantes. Había sido en las primeras décadas del siglo XX un centro de la industria de carne. Instalaron frigoríficos y mataderos. Hubo un proletariado combativo y una incipiente actividad sindical. Los militares acabaron fusilando a sus organizadores muchos de ellos anarquistas. Hay un libro La patagonia rebelde escrito por Osvaldo Bayer que lo cuenta. Ahora hay una industria del gas y petróleo y en su puerto en vez de salir carne sale el carbón de Rio Turbio. Era domingo y la gente estaba concentrada en una gran plaza donde había un gran escenario con publicidad del ejercito. Mujeres soldados dirigían ejercicios de aerobic al que seguían decenas de mujeres y hombres en la plaza. La ciudad es sede de uno de las mayores concentraciones de soldados de la región. En pleno siglo XXI la soberanía de la Patagonia todavía no estaba resuelta.